martes, 16 de enero de 2018

CROQUETA. La ratita presumida


Hoy queremos hacer un pequeño homenaje a uno de animales que todavía son considerados como una lacra de la sociedad, como una epidemia y cuyo desconocimiento es tan grande que con tan solo pronunciar su nombre, provoca repugnancia: la rata.

Y ese homenaje llega de manos de Croqueta, la ratita que me hizo cambiar el chip sobre ellas y que me enamoró casi al instante de conocerla.

Llegó a casa hace ya un año. Iba dentro de la capucha de la sudadera de Iván, asomaba su morrito alargado y miraba a su entorno con curiosidad, la misma que mostraban los cinco gatohabitantes .





Nunca había visto una rata tan de cerca, siempre había tenido una mezcla de admiración y desconfianza hacia ellas. 
Admiración por la inteligencia que han mostrado a lo largo de los siglos, sabiendo adaptarse a los diferentes entornos y a convivir lo suficientemente lejos del hombre para sobrevivir.





Desconfianza, porque la imagen que siempre nos han proyectado sobre ellas es la de la suciedad, transmisión de enfermedades, mal genio, agresividad.
Croqueta hizo caer todas esas premisas de un plumazo: era suave, curiosa, limpia, inteligente. Le encantaba comerse las toallas y las sábanas (ella fue la culpable de tener que comprar dos juegos nuevos :) )

Le gustaba pasear e Iván solía sacarla a pasear y ella escogía el lugar donde quería ir: dentro de las mangas, en los bolsillos, en la capucha...


Le encantaba que le acariciaran... me recordaba mucho a mis gatos, porque adoraba que le sobaran por el cuello y debajo del morrito.
Estuvo un tiempecito en casa con los gatos, con los que sabía a los que se tenía que acercar y a los que no.

Por las mañanas, cuando yo pasaba delante de su casita, ella salía a darme los "buenos días" porque sabía que un ratito después le daría algún premio para desayunar.

Hoy, nuestra Croquetita nos ha dejado. Iván ha tenido que tomar la dura decisión de ponerla a dormir para evitar que sufriera.


Gracias, Croqueta, por enseñarme que no hay que dejarse llevar por las apariencias y que ese corazoncito ratonil era tan maravilloso como cualquier otro.

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